viernes, 14 de agosto de 2009
Nuestras consideraciones acerca del sepelio de Cristo nos deben llevar a la consideración de nuestro propio sepelio y hacer que la tumba nos resulte familiar, para que ese ultimo lecho en la oscuridad de la muerte nos resulte comodo y placentero, pues los creyentes tenemos el dominio de todo, incluso de la muerte (1 Cor. 3:22).
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